sábado, 18 de septiembre de 2010

Centro de Arte Los Galpones


Performance en el Centro Cultural Chacao



Diez de los '80 en D'Museo




DIEZ DE LOS 80
Los años ochenta en Venezuela fue conocida posteriormente como La DécadaImpensable por Luis Enrique Pérez Oramas o La Década Prodigiosa por Luis Ángel Duque en un catálogo fundamental de la Historia del Arte Venezolano llamado Los 80. Panorama de las Artes Visuales en Venezuela, patrocinado por el Banco Mercantil como apoyo historiográfico cuando se hizo la primera revisión de esos años en la Galería de Arte Nacional en la década siguiente. Estaban en esa exposición presentados los grandes artistas jóvenes del momento y lo que ellos representaron. Con tal muestra, el museo cumplía a cabalidad su rol de contralor –que no controlador- de la creación artística en el país y el mercado de él derivado. El avance de los nuevos medios, la fotografía como nueva forma de representación de realidades ilusorias o escenificadas, los performances con el cuerpo como objeto y sujeto de la creación artística, el renacer de la pintura, que volvió a atraer a las multitudes desencantadas de su marginamiento del arte en todo el planeta, revivida por los nuevos salvajes alemanes y la transvanguardia italiana luego que un arte conceptual adocenado y sin concepto y un dibujo perfeccionista y relamido ahogaron al mundo del arte. En todas las tendencias se vio renacer la pasión de los venezolanos hacia el arte y sus creadores. Una generación además profundamente afectada por un liderazgo social y político que no fue capaz de generar ni encantar con un nuevo modelo de país que sustituyera al modelo de modernidad gestado por todos a la muerte del gomecismo.
Entre aquellos años ochenta y estos primeros del siglo XXI ha pasado mucho agua por el molino del tiempo; muchos cambios se han dado a pesar del liderazgo, desde la popularización de las incipientes computadoras personales, la digitalización de la imagen, la globalización de las costumbres, el surgimiento de un nuevo segmento socioeconómico muy poderoso constituido por la juventud, hasta la revolución informática y telecomunicacional.
Con esta exposición pretendemos rememorar aquellos años y destacar la labor creativa, a plena capacidad, de un valioso grupo de esos creadores que se destacaron antes y lo siguen haciendo ahora. Ellos han mostrado coraje creativo, virtudes cívicas y siguen siendo actores de primera línea en la continua historia del arte venezolano que depende de ellos y no de curadores, críticos, galeristas, iluminados o burócratas.

Nicomedes Febres

Karim Borjas en Art Chicago



LIHIE TALMOR: Rastro de Sitio


Lihie Talmor: Rastro de sitio

Esperanza León

En la obra de Lihie Talmor existe un interés fascinación quizás en la estructura de las cosas, sea en calidad de arquitectura, paisaje, figura o tiempo. El término estructura implica rigidez, pero en el caso de esta artista las estructuras son formas y conceptos ambiguos y flexibles; son huellas o palimpsestos.

Al indagar en la obra de Lihie Talmor es inevitable aplicar conceptos de arquitectura, lo que no está fuera de lugar puesto que la artista fue formada en esta disciplina. Luego vienen las asociaciones con historia, literatura, arqueología y sociología, pero es aquella idea conformada por una visión arquitectónica/urbanística la que nos guía en el caso de esta serie de siete grabados que realiza Talmor a principios de 2009. La artista demuestra, con la presente serie, su incansable interés en retarse con técnicas nuevas. Estos grabados creados con planchas de Solarplate, un proceso de impresión fotosensible, son el resultado de una búsqueda que une procesos fotográficos, digitales, pictóricos y gráficos, evidencian una vez más el papel que juega lo constructivo en su obra.




Estos laberintos personales, como ella misma los denomina y representa, hacen recordar las Cárceles imaginarias de Giovanni Battista Piranesi, aquellas inolvidables representaciones de espacios misteriosos, laberínticos e irracionales. De manera similar, en la serie actual, Talmor aborda espacios subterráneos aunque, al contrario de Piranesi, estos son reales, tratándose de túneles de la época bíblica que sirven como el punto de partida para la obra.

Asalta la memoria con la yuxtaposición de elementos figurativos/orgánicos con otros mecánicos/industriales. La incertidumbre predomina: aquella posible percepción de un espacio definido, de formas reconocibles, queda trastornada por la manipulación de superficies, texturas y sombras.

En términos arquitectónicos, el palimpsesto es interpretado como el fantasma de un elemento estructural que existió. Así mismo, en la obra de Talmor podemos interpretar el fantasma el rastro de un sitio en ese espacio que ella crea, compuesto de elementos opuestos: orgánicos y constructivos, sólidos y etéreos. De allí evocamos recuerdos y memorias de lugares conocidos, y también por conocer.