Lihie Talmor: Rastro de sitio
Esperanza León
En la obra de Lihie Talmor existe un interés ―fascinación quizás― en la estructura de las cosas, sea en calidad de arquitectura, paisaje, figura o tiempo. El término estructura implica rigidez, pero en el caso de esta artista las estructuras son formas y conceptos ambiguos y flexibles; son huellas o palimpsestos.
Al indagar en la obra de Lihie Talmor es inevitable aplicar conceptos de arquitectura, lo que no está fuera de lugar puesto que la artista fue formada en esta disciplina. Luego vienen las asociaciones con historia, literatura, arqueología y sociología, pero es aquella idea conformada por una visión arquitectónica/urbanística la que nos guía en el caso de esta serie de siete grabados que realiza Talmor a principios de 2009. La artista demuestra, con la presente serie, su incansable interés en retarse con técnicas nuevas. Estos grabados ―creados con planchas de Solarplate, un proceso de impresión fotosensible, son el resultado de una búsqueda que une procesos fotográficos, digitales, pictóricos y gráficos―, evidencian una vez más el papel que juega lo constructivo en su obra.
Estos laberintos personales, como ella misma los denomina y representa, hacen recordar las Cárceles imaginarias de Giovanni Battista Piranesi, aquellas inolvidables representaciones de espacios misteriosos, laberínticos e irracionales. De manera similar, en la serie actual, Talmor aborda espacios subterráneos ―aunque, al contrario de Piranesi, estos son reales, tratándose de túneles de la época bíblica que sirven como el punto de partida para la obra.
Asalta la memoria con la yuxtaposición de elementos figurativos/orgánicos con otros mecánicos/industriales. La incertidumbre predomina: aquella posible percepción de un espacio definido, de formas reconocibles, queda trastornada por la manipulación de superficies, texturas y sombras.
En términos arquitectónicos, el palimpsesto es interpretado como el fantasma de un elemento estructural que existió. Así mismo, en la obra de Talmor podemos interpretar el fantasma ―el rastro de un sitio― en ese espacio que ella crea, compuesto de elementos opuestos: orgánicos y constructivos, sólidos y etéreos. De allí evocamos recuerdos y memorias de lugares conocidos, y también por conocer.
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