jueves, 12 de julio de 2012

CACRI 2012 - Un buen intento que olvidó lo más importante....EL PÚBLICO

Hace un tiempo me topé con un libro compilado por el crítico y curador español José Jiménez. Un capítulo me atrapó en esta publicación titulada Una teoría del arte desde América Latina. Ese día llegaba de visitar la Feria de Arte Contemporáneo Cacri que acaba de inaugurar su primera edición como alternativa desenvuelta y "contraparte casual" de la Feria Iberoamericana de Arte.

El capítulo en cuestión está escrito por Luis Camnitzer y lleva por nombre "La figura del artista". Me sumí en sus páginas intentando procesar la experiencia vivida en el pequeño recinto que había encontrado en la Casa de Hacienda del Parque Cultural La Trinidad. El texto es una lúcida reflexión sobre el papel del artista en nuestros engañosos ámbitos de protagonismo inmediato y de narcisismo historicista propagado por la ambivalencia global. En su discurrir el principal eje afronta a aquel artista del siglo XX que se definió como trabajador cultural y creador al margen frente al oportunismo personal del productor de mercancías. Para Camnitzer esta diatriba sigue vigente aunque el contexto actual sea menos claro, pues los desplazamientos del poder de la información, los públicos eventuales y las segmentaciones cada vez más solapadas del mercado obligan a que el artista deba ser mucho más contundente en las decisiones sobre su ejercicio creador: "Es fácil confundir el arte nuevo con la artesanía nueva, pues la invención o exploración de la novelería muchas veces es malentendida como una demostración de originalidad. Pero si bien es una actividad que enriquece la posibilidad de creación, no enriquece la creación. La figura real del artista, en ese aspecto no ha cambiado, debiera continuar siendo definida por la expansión del conocimiento". Más allá de la cuidada publicación a cargo del taller de diseño de Álvaro Sotillo y Gabriela Fontanillas, a Cacri le faltó expansión del conocimiento. Debemos reconocer que es un buen intento en el que entraron en juego excelentes propuestas de creadores como Luis Arroyo, Daniel Medina, Oscar Abraham y María Antonia Rodríguez, quienes a través del performance, la instalación, la intervención urbana o la desestructuración de los materiales consolidaron las mejores piezas exhibidas en el lugar: un correcto engranaje entre las perspectivas críticas (sociales, políticas, emocionales, históricas o antropológicas) de cada uno y los lineamientos que las posicionaron en el afuera.

Sin embargo, aunque el esfuerzo organizativo delineó aliados editoriales, sponsors y testimonios pertinentes sobre la creación actual, una gran debilidad parece contradecir las intenciones contemporáneas: el papel del público.

Fui a Cacri el lunes en la tarde. Además de los conocidos de las artes plásticas, pocos eran los espectadores inusuales. La mayoría de los cubículos carecían de clasificación por autor, lo que causaba una confusión museográfica que desde las paredes debilitaba la comunicación. Cuando entré en el espacio de Oficina#1, un joven animoso se encontraba en el escritorio conversando con una chica, no me dio ningún tipo de información, como si el visitante debiera saberlo todo. Al asomarme para ver el proyecto de Rafael Serrano lo encontré apagado: "Es que el bombillo del videobeam se quemó", me dijo. Bajó la mirada y siguió en sus asuntos.

Lo que necesitamos preguntarnos es ¿para quién inscribimos estos lugares? ¿Hacia dónde va nuestro esfuerzo? ¿Es un relato autobiográfico de nosotros para nosotros mismos? ¿Cuán contemporáneos somos y dónde está el mundo mientras seguimos mirándonos en nuestro propio reflejo?


Fuente: Lorena González

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