jueves, 20 de octubre de 2011

Poéticas de la Mirada (por Lorena González)





En la experiencia cotidiana de la aproximación, algunas circunstancias a veces nos sobrepasan.

Elementos en desorden, caos repentino, sucesión imparable de acontecimientos felices o desventurados que alteran el curso de una estabilidad con la que nos sentimos sosegados, conformes y seguros. Este hilo desconcertante de cambios viene por lo general a recordarnos que en las vetas de la rutina también respira el devenir fortuito de las infinitas posibilidades con las cuales puede culminar un día, una hora, una vida. En ocasiones ese flujo se levanta desde los peldaños ocultos de nuestra rectitud para remover los estatutos y sacudir con estruendo las bases, trastocando equilibrios y certezas... balanza tramposa, destino aleatorio, sabiduría indescifrable ante la que tan sólo resta entregarse sin preguntar.

En el transcurso a veces doloroso de estas tempestades causales, ciertos despuntes se asoman para ayudarnos a mirar mejor, suaves y contundentes metáforas que surgen en medio del aturdimiento. Allí, en ese instante de captura, el cruce de determinados elementos enciende las sombras del pasaje y la multiplicación del sentido nos libera del agobio. Algo sucede y trasciende, algo se desplaza y se detiene más allá de todo, relámpago dilatado que está en cualquier parte y en ninguna, suspensión inmaterial, armonía profunda de los elementos, enlace inédito de contracorrientes: imagen.

Dos exposiciones actuales en zonas extrañamente equidistantes de la ciudad de Caracas me han sumergido en estas deliberaciones.



La primera muestra es la retrospectiva que con el nombre Metamorfosis del pensamiento presenta Odalys Galería de Arte y la sala expositiva de la Fundación D. O. P., espacios que reúnen un importante conjunto fotográfico de Chema Madoz, creador español de reconocida trayectoria. La segunda, es la individual Piñatería: mirar es gratis del fotógrafo venezolano Iván González, exhibición que se presenta desde mediados del mes de septiembre en el hotel Paseo Las Mercedes.



Para llegar a ellas hay que transitar inusitadas rutas.

En el caso de Madoz destaca el manejo equilibrado y sutil de las unidades discursivas de la fotografía, delicado y agudo ensamblaje objetual en el que las siluetas de lo cotidiano detonan para reinventar sus propias narrativas. Con una poderosa maestría técnica el artista borra y vuelve a vincular las cualidades intrínsecas de los objetos que captura, artesanías de un sinsentido, realización discontinua de imposibles aparentes que sacuden nuestra percepción del mundo. Para González es la variabilidad cromática del azar el centro de acción.

Desprendido de la profesionalidad técnica de la que es un gran especialista, se aferró a la volatilidad de su iPod Touch para aprehender en baja resolución lo mudable. El desenlace son encuentros múltiples en los que secciones y componentes inconexos del día a día se ven repentinamente convocados, desvaneciendo con esta confabulación visual la frecuencia ordinaria de sus contextos y funciones originales.



A través de medios y estrategias distintas la fotografía se desprende en ambas situaciones de su ser primordial, pues lo fundamental aquí son las peripecias de la mirada no para fijar la realidad, sino para cuestionarla y hacerla estallar. A los tres lugares accedí en medio del barullo de las condiciones urbanas: pasadizos, hoteles, multitudes, centros comerciales, escaleras mecánicas y estacionamientos repletos. Como un guiño secreto estas imágenes estaban allí, recordándome con su fuerza vinculante esa esencia persistente y siempre incierta de lo fijo y lo versátil, lo confuso y lo sistémico, lo visible y lo aparente, lo inexplicable.


Fuente: El Nacional. Caracas, Venezuela.


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